jueves, 30 de diciembre de 2010

Monasterio de la Armedilla



Cogeces del Monte se alza sobre la hendidura del arroyo que ciñe su meseta y en la confluencia de las carreteras que suben del Duero, desde Peñafiel y Quintanilla. En el camino desde Quintanilla a Cogeces se suceden las fincas con residencias de porte señorial. Sobre todo La Planta, cuyo jardín cobija una escultórica encina centenaria catalogada como árbol singular. El parasol de su copa, sostenida por tres brazos que brotan de un pie único, alcanza los setenta metros. El monasterio de La Armedilla asoma sus ruinas románticas sobre la hendidura del Valdecascón, donde los frailes hacían balsas para la pesca me- nuda. Los cistercienses de Sacramenia fueron traídos para colonizar este recodo de la adusta paramera, pero ni siquiera la cueva de la Virgen los retuvo mucho tiempo. Enseguida volvieron a su valle, hartos de milagrerías populares y de la excesiva vecindad de unos nobles dadivosos pero inclinados a meter la cuchara en su vida monástica. Así que los Alburquerque de Cuéllar tuvieron que tentar a los jerónimos de La Mejorada para que mantuvieran abierta aquí una casa. Del paso cisterciense apenas quedan vestigios y la fábrica que se ve ahora se construyó peraltada en la pendiente para salvar la cripta de las apariciones. El templo concluyó su labor a mediados del dieciséis pero sus muros no exhiben las piedras robustas que abundan en este páramo, sino una mampostería mestiza que a juicio del escritor Jiménez Lozano concuerda mejor con la austeridad del paisaje y con el espíritu despojado de estos frailes.

La portada de la iglesia y los sillares más nobles viajaron a Valladolid para ennoblecer el patio de la Casa de Cervantes. Su traza da testimonio de la belleza de este recinto. En la iglesia de Cogeces se guardan la cajonería de nogal y la imagen románica de la Virgen, que es del doce, además de un buen repertorio de esculturas y bustos relicarios, así como abundancia de platería y ropas litúrgicas. Muchos escudos instalados en casas del contorno delatan idéntica procedencia. Sólo el afán reciente de los vecinos de Cogeces ha conseguido consolidar estas ruinas, de una belleza singular, a pesar de su disposición incómoda en medio de una cuesta desabrigada y perseguida por el cierzo. Cogeces del Monte resulta modélico por su cuidado del entorno natural y por la variada oferta museística que ofrece. La iglesia de Cogeces muestra en su fachada un santoral completo de mediados del diecisiete. En la entrada se encuentra el antiguo reloj de la torre, con su mecanismo a la vista. El retablo mayor pertenece a la segunda mitad del dieciséis y reúne una colección de pintura y escultura cuyo despliegue pasma al viajero. Como corresponde a su entorno, Cogeces es un pueblo de piedra que merece un paseo tranquilo y la visita a sus museos de Ciencias, especializado en fósiles y minerales, y del Ayer, que reúne una buena colección etnográfica.

























Texto del libro de Tierra de Horizontes de Ernesto Escapa.

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