domingo, 22 de agosto de 2010

Anecdota Dino

Susana quiere cosas para su página y yo intento escribir una anécdota sobre Dino aunque si ella la pone Dino me matara.


Sucedió cuando aun vivíamos en Cerecinos y Dino tenía dos o tres años era un niño gordito muy travieso el más popular en el pueblo por su descaro y gracia. Sucedió un domingo, ese día todo el mundo iba a la misa y era la única ocasión que había para arreglarse, así que todo el mundo se vestía con sus mejores galas y acudía a misa. Mamá ponía especial empeño en que estuviéramos guapos y limpitos. Ese día Dino estrenaba ropa, parece que le estoy viendo con camisa blanca y pantaloncito de cuadros escoceses rojos, estaba hecho un primor. Cuando todos estuvimos listos salimos a la plaza. Era una mañana muy soleada, pero los días anteriores había llovido y como el pueblo aun no estaba asfaltado, el trasiego de carros hacia que en las calles hubiera verdaderos barrizales.
Cuando salimos a la calle medio pueblo estaba ya en la plaza esperando la hora de misa. Antes de que me diera cuenta, Dino estaba metido hasta los tobillos en un charco de barro yo le miraba horrorizada pensando en la bronca que me iba a caer, pero el estaba feliz. Sonreía de oreja a oreja cuando detrás de mi sonó un grito “¡Dinoooooo!” Mamá había salido y estaba furiosa. Dino con el grito se sobresalto se callo de culo salpicándose de barro hasta las orejas. Mamá seguía gritando “¡sal de ahí inmediatamente!” Él lo intento metiendo las manos hasta los codos, pero volvió a caerse ante el desespero de mamá. A Dino le costo tres intentos más delante de las carcajadas de los vecinos. Menos mal que mamá también vio lo gracioso de la situación y terminó riéndose, de hecho era una de sus anécdotas favoritas y en el pueblo se comento durante años.

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